Todo el mundo miente. Al contrario de lo que pensamos habitualmente, la mentira es una de las cosas más positivas que, como seres humanos, tenemos. La mentira deliberada es, biológicamente, un signo de inteligencia, lo que nos diferencia de otros animales. Pero mentir no es solo engañar. Mentir es también contar una historia que has inventado, mentir es un truco de magia, mentir es pintar un paisaje que nunca has visto… Aunque tiene mala fama, la mentira no es mala, de hecho es una de nuestras mejores cualidades. Por eso, lejos de mentir solo a los otros, usamos la mentira para algo más: para mentirnos a nosotros mismos. De eso tratan estos relatos.
Opiniones
✪✪✪✪✪ Relatos en los que todo el mundo se quedaría a vivir.
Es un libro de relatos cortos que te transportan directamente al momento en el que fueron escritos o que describen. Lo ideal es leer con música (a veces salen canciones de referencias escritas) y lo acompañan genial. Súper fácil de leer y relatos en los que todo el mundo se quedaría a vivir.
✪✪✪✪✪ Gran libro.
Me emocionó mucho al leerlo y me gustó que me hiciera pensar y reflexionar.
✪✪✪✪✪ Muy Recomendado
Una maravilla. Lo recomiendo.
La de la edad que tenemos
De las preguntas más absurdas que nos pueden hacer en la vida es qué edad tenemos. Porque no nos da ninguna pista de a quién tenemos delante. Yo, la verdad, es que no lo sé. Ni me importa. Porque lo importante no es cuántos años tenemos, sino en cuántos de ellos hemos vivido.
Yo prefiero decir que tengo 42 miradas en el metro que me han hecho sonreír. Tengo 2 “te quiero” suicidas que dije sabiendo que quien tenía delante no me quería a mí. También tengo 14 abrazos inolvidables, 3 de ellos irrepetibles porque quien me los dio ya no está. Tengo unos 35 “lo siento” de los cuales 8 jamás me perdonaron. Tengo 6 noches de hospital al lado de alguien que me importaba y 7 madrugadas pensando en una persona a quien no le importaba yo. Tengo unos 5.200 besos, pero solo me acuerdo de 6. Tengo 4 veranos que fueron infinitos y 3 inviernos demasiado fríos. Y solos. Y tristes.
Tengo 25 noches sin dormir y algunas lágrimas gastadas en cosas que no importaban. También tengo 4 lágrimas muy amargas invertidas en algo que merecía llorar durante años. Tengo 150 carcajadas de esas que hacen que te falte el aire y 10 sonrisas por compromiso. Tengo 9 deseos de infancia que se dan de hostias con las promesas que nunca cumplí. Tengo 3 consejos recibidos que entendí mucho tiempo después. Tengo unas 12 camas donde me acosté sin querer estar y 4 donde hubiera matado por despertar. Tengo 5 errores que volvería a cometer y 2 de los que me arrepiento mucho, aunque solo un poco. Tengo miles de cenas, pero pocas como aquellas 3. Y tengo 43 escalofríos que me han recorrido el cuerpo entero. 120 conciertos, 350 películas… Y no soy capaz de contar las canciones. Tengo 31 tardes comiendo pipas en un parque viendo la vida pasar con mis amigos. Y 500 tardes más recordándolas unos años después. Tengo 5 adioses. En 2 de ellos nunca quise despedirme en realidad.
Tengo tantas cosas por decir que nunca diré y tantas que me tendría que haber callado… Para quién quiera saberlo, esa es mi edad. Y no tengo ni puta idea de en cuántos años cabe eso.
La de repartirse los recuerdos
– Vale, pues entonces me llevo yo el sofá. Lo vendré a buscar el viernes, que me dejan una furgoneta. Y estas estanterías, mejor las dejamos aquí, ¿no?
– Sí, ya las sacará quien venga, que están medio rotas.
– Vale, ya se espabilará el próximo en llegar. Bueno, pues ya está todo.
– No, espera. No hemos hablado de quién se queda con esto. Yo llevo cargándolo hace unos meses y… deberíamos repartirlo también.
– ¿Qué es?
– Nuestros recuerdos.
– Ah, es verdad, lo dejamos para lo último. Mira, he pensado que podríamos ir cogiendo sobre la marcha, como hace todo el mundo.
– Yo preferiría repartirlos y que cada uno tenga los suyos. No vaya a ser que un día coincidamos los dos pensando en unas navidades y nos entre la nostalgia.
– Como quieras…
– ¿Alguna preferencia? Yo tengo por aquí, desordenadas, algunas noches del principio, el primer beso y las vacaciones en París… Por cierto, ¿quién se va a quedar con el último verano? Entiendo que es muy especial para ti.
– Éste me lo quedo yo, por favor. Te puedes llevar el resto.
– Sí. No hay problema. Ah, puedes quedarte tú todas las despedidas, siempre las he odiado.
– Vale. Hay alguna que no está mal. ¿La mitad de los besos para cada uno?
– Es lo justo.
– Queda esto. Los he estado repasando antes. Son todos los momentos donde nos prometimos amor eterno.
– Habíamos dicho que lo roto lo dejábamos aquí, ¿no? Ya lo sacará el próximo que venga.
– Sí, ya se espabilará el próximo en llegar.
– Bueno, pues ahora sí. Que te vaya todo muy bien a partir de ahora. Cuídate mucho.
– Tú también.
– Adiós.
– Adiós.